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Jueves Santo 2020 | Fulgor de Amargura | Por Bernardo Hermosín Calderón

Por Bernardo Hermosín Calderón

Dime, Señora, ¿Cómo tomarnos esta pausa en el tiempo? ¿Cómo colmar la paciencia sin sentir lo mismo que todos los años? Los dos sabemos que despertaré con la boca seca, el cuerpo cansado de tanto trabajo y el corazón bombeando intensamente, como si hubiese visto al amor de mi vida. Todos los años igual, levantándome enamorado de Ti, como cada día de mi vida.

Es cierto que este amor no precisa de ser recíproco, que no espero gestos devueltos, solo amor y más amor. Y sí, aunque nadie me creyese, veía ese amor devuelto, ese vaivén de agradecimientos, como el apoyo mutuo que necesitamos. Es el jueves, Señora, cuando nuestra pasión llega al culmen. Aún titubeo en qué corbata ponerme, los nervios se palpan en casa, la oración se hace silencio y la amargura se escucha en suspiros. Parece mentira, pero quién diría que toda una casa se levanta nerviosa y prendada de Ti. Parece mentira, pero no lo es, porque Tú todo lo puedes.

Iría a tu encuentro, subiría peldaños y cuestas por verte todas las veces que pueda. Pero, duele sólo de pensarlo, que este año he de quedarme resguardado en casa. Yo, que juré que nada ni nadie podría frenar esta pasión desmedida, he debido de cobijarme en el hogar donde tanto te aman, pero espero que lo comprendas. No lo hago por mí sino por aquellos que te vieron un día florecer en una calle siempre salvadora. Ellos, que tanto padecieron en sus inicios y tanto desvelo tuvieron por Ti, merecen ser auxiliados de este tormento. Se que entenderás toda esta declaración de intenciones de tus hijos por nuestros mayores, bien sabes Tú que ellos se merecen todo. Ellos fueron los primeros que te cortejaron, te pusieron nombre, enseñaron a cómo quererte desde lo más profundo de nuestro corazón y a esa enseñanza debemos agarrarnos, a quererte con el corazón en casa.

Dime Señora, ¿Cómo volver a esos sueños que ya no volverán?

Y cuando caiga la tarde, mi alma daría un vuelco de nerviosismo. Despojaría el armario del lábaro con el que lleva 10 días presente, contemplaría toda la pureza que cabe en una túnica, admiraría tanto esmero en su liso hábito. Solo una madre sabe cómo cuidar con tanta delicadeza el tejido blanco, igual que Tú cuidaste con la que cubriste el cuerpo sin vida de tu Hijo. Ceñiría mi esparto, besaría a mi madre y descalzo por la penitencia te buscaría. Pero que penitencia con más dolor y amor, más sufrida y callada que la de estar en casa, lejos de ti, todos abrazados a una nueva esperanza que vendrá de tu mano. Comenzaría mi caminar junto a Ti, como dos enamorados que sueñan con su amor y en el amor de Dios siempre nos reencontraremos.

Dime Señora, ¿Cómo volver a esos sueños que ya no volverán? Esos sueños donde un monaguillo corre por el frío mármol de la Parroquia, escapándose de su madre, para arrimarse a la zambrana de tu paso, donde el padre abraza a su hijo envueltos en blanco de pureza. Sueños donde toda Hartillo reza en oración ante el fulgor de Amargura que inunda Alcalá. ¿Cómo renunciar a los sueños de todo un año?

Y todo siempre acaba con sabor a despedida, pero con el camino siempre hacia el amor. ¿Como despedirse del blanco sin vestirlo, hasta que el Señor así lo quiera? Dime, Madre de toda Amargura, ¿Cómo vivir un Jueves Santo sin ti?