Una angustia de lluvia (Crónicas 2012)
Algunas nubes tapan un cielo del que muchos íbamos a dudar ese día , un martes santo esperado por todos , todo el mundo pensaba igual al ver ese cielo tan gris, “otro año seguido no dios mio” , nadie quería estar encerrado por segunda vez consecutiva por la misma causa de siempre, la lluvia…
Era un día especial e importante, era distinto a los demás, para mí era una experiencia nueva y bonita, hacia ya un tiempo que entré a formar parte de un grupo joven en el que rápidamente era muy fácil hacer amigos, después de tanto tiempo celebrando, ayudando, reuniéndonos… se hace más emocionante todavía cuando decido hacerme hermano de la Hermandad del Perdón, de la cual mi novia ya formaba parte tanto del grupo joven como de la Hermandad.
Como loco espero mi cumpleaños a mediados de marzo, para ser más exactos, el día 20, a poco tiempo de la semana grande. Espero recibir como regalo dinero suficiente como para poder pagarme tanto la cuota de hermano como una papeleta de sitio para el Martes Santo, pero claro, ¿de dónde voy a sacar un traje de nazareno? Toda mi moral se fue por los suelos al pensar que no tendría traje. No tenía ni dinero ni tiempo para poder hacerme una túnica.
Por medio de mi novia y mis amigos Antonio y Fran finalmente consigo un traje, pero había un problema, el antifaz me quedaba pequeño. Estuvimos día tras día buscando un antifaz, preguntando a varias personas si me harían el favor de prestármelo para el 2012. Y pasaba un día y otro y el Martes Santo se acercaba y yo pensaba q no daba tiempo y cada vez más agobiado, con todo pagado y con una oportunidad que siempre me había hecho tanta ilusión: salir de celador. Yo sin traje y sin antifaz, pedí el puesto sin saber si me daba tiempo, pero no sé como, se consiguió. Me tuve que hacer un capirote para intentar solucionar lo del antifaz que al fin y al cabo me seguía quedando un poco estrecho, pero era suficiente para este año 2012.
Llega el Martes Santo por la mañana, un día en el que ya tenía todo preparado, limpio y planchado. Voy a la Iglesia por la mañana como uno más, mi novia que ya estaba allí desde temprano, estaba en la puerta con varios componentes del grupo joven, para recibir hermandades y a todo el pueblo que se quisiera acercar a contemplar al Santísimo Cristo del Perdón y a Nuestra Madre y Señora de las Angustias.
Pasaban las horas y horas allí de pie viendo como entraba y salía la gente y como llegaban distintas hermandades con flores. Llega la hora de cerrar las puertas de la Iglesia para preparar los tramos y mover varias cosas. Había algo dentro de mí cuando ya nos marchamos hacia casa de mi novia, era un pequeño gusanillo de los nervios porque era tanto la primera vez en esa seria y ejemplar Hermandad, como el cargo que tenia que tener de celador. A eso se le sumaba el tiempo que a veces parecía que no llovía y otras te asustaban las dichosas nubes. Empezamos a comer sobre las 14 horas. Yo tenía a que estar a las 15:30 en la Iglesia junto con los demás celadores. Eran las 14:15 y ya casi había terminado de comer. Miro el reloj mientras terminaba de comer pensando que no me daba tiempo. Al terminar mi novia y yo vamos a vestirnos. Primero me visto yo, con ayuda y guardo las estampitas. Una vez vestidos los dos nos echamos un par de fotos. Bajamos a la puerta de la calle sobre las 15:15 y al poco tiempo aparecen dos personas de camisa con corbata, que por el acento serían ingleses, y nos piden que si se pueden hacer una foto con nosotros.
Marchamos hacia la Iglesia cogidos de la mano. Era nuestra primera Semana Santa juntos y también la primera de nazareno en la misma Hermandad. Además cumplíamos ese Martes Santo 11 meses juntos. Cuando llegamos a las puertas de la Iglesia había si acaso 4 nazarenos más. Las puertas cerradas y yo pensando ¿por dónde entro? Pasa el tiempo y se va sumando una enorme masa de nazarenos de color negro junto con costaleros que esperaban en las puertas. Finalmente abren las puertas y vamos entrando todos, mostrando la papeleta de sitio. Cada uno se coloca en su tramo y yo llego donde esta María José, mi compañera en esa tarde. Yo miraba buscando una cestita para mí donde poder guardar el bolígrafo, papeletas, mechero… Van llegando los niños y voy apuntando con un puntito al lado de cada nombre los que llegan. Las madres me hacían preguntas, algunas las respondo y otras le pregunto yo a mi compañera que estuvo todo el tiempo guiándome. A los niños los llevamos al patio y voy revisando continuamente que vayan todos sin pulseras, con los tres nudos en el cíngulo… pero como son críos, a algunos fallitos que había no les dimos mucha importancia…
Continuamente mirábamos al cielo… Había algunos claros que rápidamente las nubes se encargaban de taparlos… Aún no se estaba muy seguro de si se realizaría la estación de penitencia. Nos dijeron que esperáramos porque estaban reunidos.
Yo iba para dentro y para fuera, pensando que iba a ser mi segunda vez en esta semana que me quedaba encerrado por la lluvia. Pasaban los minutos, que se hacían horas y una eternidad para todos. Después de la misa seguimos esperando con las lagrimas saltadas y antes de que dijeran la decisión que se había tomado de salir o no. Seguíamos poniéndonos en lo peor. Pero, fue tan grande esa alegría que nos dio, que las personas rebotaron al escuchar esas palabras: “sí vamos a realizar la estación de penitencia”. Las lágrimas salieron disparadas de los ojos de todas las personas que abarrotaban la Iglesia. En el patio donde colocábamos a los pequeños con las varitas di las gracias al cielo. Todos eufóricos gritaban y aplaudían al saber que el Señor del barrio iba a salir seguido por su Madre.
Se abren las puertas y empieza a salir la cruz de guía. Me coloco en mi sitio y poco a poco empezamos a caminar hacia la puerta. Por fin me estreno de nazareno en el Perdón. No tenía mucha complicación eso de celador. Al cabo de un ratito en la calle empiezo a preocuparme bastante. Siento unas gotas en las manos y miro al cielo, empieza a chispear… Mantenemos el orden incluso cuando empieza a apretar la lluvia.
Fue una lástima, pero el pueblo seguía acompañando a sus titulares. Un poco antes de llegar al Paraíso los celadores recibimos la noticia de que volvemos al templo. Hubo una gran parada después de que pasara la Banda de la Bondad y comenzara el tramo que llevábamos mi compañera y yo. Al fin reanudamos la marcha y nos pusimos a la altura. Los calcetines estaban ya más que empapados.
Poco a poco cesaba la fina lluvia que nos caía. La suficiente para que se empapara la cola del traje entre otros detalles. Recorrimos la calle Silos bajo la atenta mirada de la gente, algunos pensando que fue una locura salir y otros aplaudiendo la valentía que se tuvo y el orden que se mantenía en la cofradía. A pocos minutos de llegar a la Iglesia, intentamos encender algunos cirios, pero se volvían a apagar y se hacía imposible. Pero ahí estábamos, alumbrando al Señor y a su Madre con las miradas de toda Alcalá que con paraguas o sin ellos no dejaron de seguir a los Reyes del Martes Santo.
Se acerca la entrada, el palio se nos echa encima y los tramos se juntaban cada vez más. Tuve que hablar con el director de la Agrupación que acompañaba al Cristo para que se movieran todo lo posible hacia delante porque los tramos de nazarenos cada vez estaban más encima unos de otros. Al final fue rápida la entrada del Señor y pudimos estirar un poco los tramos. Llega la hora de entrar, con más ganas de seguir pero el agua volvía a caer. Fue buena la compostura de los hermanos que pudieron entrar a la Iglesia sin problemas. Una vez que entra mi tramo me quedo acompañando al fiscal Alejandro Redondo. Hacia falta ayuda para que la gente no entrara y cubriera el poco sitio que había para los pasos. Aún Nuestra Señora estaba fuera.
Al final entro la Madre bella y se cerraron las puertas. Allí dentro se pudo presenciar una levantá impresionante que a mucha gente le hizo llorar. En cuanto la bajaron por última vez a Nuestra Señora de las Angustias y la colocaron en el mismo lugar de donde salió esa tarde gris, fui en busca de todas las personas que conocía, llorando de alegría pero con un poco de tristeza por no poder realizar todo el recorrido. Nos dimos besos y abrazos, le di las gracias a Claudio por haberme dado la oportunidad de salir de celador e interiormente también se la daba a todo el mundo que personalmente me ha ayudado a salir y a las personas que decidieron salir valientemente.
Voy en busca de mi novia y no la encuentro. Al fin la veo, llorando en el altar frente a sus titulares. Lo pasaba muy mal por varias razones. Entre ellas claro esta el no poder haber realizado la estación de penitencia entera, pero bueno era mejor haber salido un poquito que nada, le dije. Nos acercamos a los pasos y allí entre lágrimas rezamos para que el año que viene tengamos más suerte. Nos marchamos andando de vuelta a casa, mojándonos bajo la lluvia, dando las gracias al Señor por haber cumplido nuestros sueños. Hasta el año que viene…
Ezequiel Blanco Pizarro
Celador de los tramos de Nuestra Señora de las Angustias