Pasión y sentimiento en el pregón que Jaime Otero trajo desde Pablo VI
No había lugar a dudas, el pregón de Jaime debía estar repleto de pasión, de arte y de muy firmes palabras dedicadas a la Semana Santa, todo ello aliñado con el sentimiento que a gala llevan aquellos «locos gorditos», como él mismo definiría, de Pablo VI, sí, sentimiento soberano. Pero el del pregón no fue el único en llenarse de sentimiento, sino que el del presentador, Miguel Ángel Galvarro -secretario de la Permanente del Consejo, oficial de junta del Soberano Poder y, lo más importante, íntimo amigo del pregonero- también se cargó de emotividad para presentar al pregonero, cuya vida y obra repasó con sus palabras.
Con la marcha ‘María Santísima de la Caridad’ llegaron las emociones fuertes al escenario. Tanto el presentador como el pregonero se buscaron, cómplices en la amistad y en la historia que crearían en la mañana del Domingo de Pasión de 2015, y disfrutaron juntos de esa marcha dedicada a su Virgen, o a su «guapa» como diría posteriormente Jaime.
Y tras los últimos sones de la Banda de Alcalá arrancó la fuerza del pregón, y nunca mejor dicho. Sin complejos, Jaime se presentaba ante un atestado auditorio anunciando que él venía desde Pablo VI, una declaración de intenciones que pondría en pie al teatro nada más comenzar.
A partir de aquí, Otero desgranó una a una las devociones de la ciudad. Desde las recién estrenadas como la Divina Pastora, las que se incorporan a las cofradías este año como San Miguel, o las que aún no conocemos como el Señor de la Paz y la Virgen de la Estrella. Un detalle con el que supo ganarse a la práctica totalidad de los cofrades alcalareños.
También se esperaba de Jaime que fuerza capaz de sacar partido a tantas vivencias en torno a la práctica totalidad de las imágenes alcalareñas, y lo hizo. De una mañana de Corpus con el Señor de la Bondad, a las tardes de Jueves Santo de sabor a Amor y Amargura pasando por las madrugadas con el Nazareno de Alcalá. Y no se olvidó tampoco de piropear a la Virgen del Rosario, de quien es capataz.
Y emotivos fueron los versos a la Virgen de los Dolores, haciendo alusión al sueño de procesionar con la dolorosa de la Hermandad del Cautivo, y acordándose, como no podía ser de otra manera, a una de las personas que más la quería y que como dijo el pregonero, ya ejercía de prioste en el cielo: Pepe Orozco.
Pero si hablamos de intensidad, las palabras dedicadas a la Virgen de la Caridad, a su «guapa», serían unas de las que más calado emotivo tendrían de todo el pregón, rememorando aquella tarde de mayo en la que la Virgen que tallara Miñarro se bendijo en la Plaza del 1º de mayo.
Por tanto, Jaime Otero llenó de pasión y sentimiento un escenario en el que no faltó ni un ápice, que él hizo a su justa medida y que supo proclamar a toda la ciudad. Un texto a su forma y un acto a su forma, disfrutándolo y convirtiéndolo en algo suyo, tanto es así que habría que destacar dos últimos detalles: una cesta de pan y trigo presidió el escenario junto al atril, y él, como hace cada Miércoles Santo, regaló una rosa a su padre.