Los Reyes Magos de 2018, Adoradores Honoríficos del Santísimo Sacramento
Como en años anteriores, la Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Venerable Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna Española, celebró un íntimo y entrañable acto en el Monasterio de Santa Clara: Santa Misa y entrega de diplomas de Adoradores Honoríficos a las cristianos que recibieron el inmenso honor de encarnar durante este año 2018 a los Reyes Magos, personajes bíblicos que adoraron a Dios hecho Niño; el mismo al que los adoradores nocturnos adoran hecho Sacramento y Pan Eucarístico.
En efecto, en el transcurso de la Santa Misa, oficiada por el Rvdo. Sr. D. Rafael Calderón García, Arcipreste de la ciudad, se realizó esta entrega de diplomas que los acredita como adoradores de Honor de Jesús Sacramentado al haber encarnado a los personajes evangélicos que fueron los primeros adoradores: dejándolo todo corrieron a adorar al Niño Dios, que, aunque han pasado más de dos mil años, es el mismo que los adoradores actuales adoran en la custodia, bajo la apariencia del Pan, apariencia en la que quiso quedarse entre nosotros hasta la consumación de los tiempos. En esta ocasión los nuevos Hermanos de Honor de la Sección adoradora de esta Archicofradía Sacramental son: D. Juan Miguel Domínguez Cansino, como Rey Melchor (en su nombre recibió el diploma su hijo D. Juan Miguel Domínguez Seda, al encontrarse este de viaje por motivos profesionales); D. Manuel Alba Huéscar, como Rey Gaspar y D. Francisco Quesada González, como Rey Baltasar. En próximas fechas recibirá el correspondiente diploma la señorita Cristina Ortiz Ambrosio, quien ha encarnado a la Estrella de la Ilusión, que no pudo estar presente por razones ineludibles.
Por la profundidad y oportunidad de la homilía del Padre Rafael, que es adorador nocturno del Santísimo Sacramento, reproducimos aquí el texto íntegro de la misma:
Queridos hermanos:
Nos ha tocado vivir en una sociedad, en un tiempo, que no es mejor ni peor que otros: es el que nos ha tocado vivir, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero tiene, queridos hermanos, estos tiempos que vivimos una lucha, y muchos de los que nos rodean enarbolan como bandera de esa lucha una palabra que suena con mucha solemnidad y mucha rimbombancia: libertad, luchar por ser libres.
Fijaros, vivimos en un mundo donde siempre que escuchamos a algún político o alguien así, que quiere reflexionar sobre la libertad, profundiza sobre este término, siempre concluyendo que se es más libre que en otros tiempos, porque hay más derechos, más igualdades… Cuando los creyentes escuchamos esta palabra y escuchamos estas reflexiones, ¿qué deberíamos pensar? ¿Qué deberíamos de pensar según Cristo?
Deberíamos pensar que es verdad que vivimos un tiempo en el que se enarbola la bandera de la libertad, pero la gran pregunta es: ¿verdaderamente somos libres? Porque muchas veces, lo que se dice, lo que se expone, queda en una ideología vacía, no tiene profundidad alguna. ¿En verdad somos libres?
Yo creo que somos muy poco libres en los tiempos que nos ha tocado vivir. Somos esclavos de demasiadas cosas. Tenemos gente que está por encima de nosotros que diariamente quiere prohibir cosas, casi siempre con las que no están de acuerdo. Es un tiempo de libertad, pero uno mira la prensa y escucha otros medios de comunicación, y hay gente que solo piensa en prohibir, en dictar leyes que coarten la libertad del que piensa en contrario, el que piensa diferente, el que dice lo que no es, según quien lo diga, políticamente correcto.
Por tanto, libres, lo que se dice libres, debemos decir que por mucho que haya gente que enarbole esas historias, somos poco libres. Quizás hemos cambiado la visión, por decirlo de alguna manera, y hemos pasado de unas épocas donde en cierta forma se conservaba un sentido de adoración a Dios, que me imagino que no sería un sentimiento general, a un tiempo donde se adoran otras cosas, otros sentimientos, otras circunstancias, y nos dicen que adorando esas cosas, somos más libres. Pero, ¿somos más libres? Tengo que decir que yo creo que no. Lo único que tenemos que hacer es reflexionar sobre nuestra vida. ¿Cuántas esclavitudes tenemos que, aunque sean poco llamativas, hacen nuestra vida no liberada?
¿Cuántos hermanos nuestros hay esclavos del dinero, que adoran a ese dios, que según Cristo corrompe el corazón del hombre?
¿Cuántos hermanos nuestros adoran a ese dios ideología, de modo que quitan a Dios para poner unos pensamientos muchas veces muy peregrinos?
¿Cuántos hermanos nuestros adoran a dioses: el dios de la apariencia, el dios de la soberbia? En este tiempo, creerse que se es y se está por encima es algo que se lleva mucho.
¿Cuántos hermanos nuestros adoran al dios de lo material? Ahí entramos todo, desde el móvil, que nos falta un día y nos parece que nos falta la vida, hasta las veinte mil historias que nosotros en nuestra vida vamos haciendo como indispensables.
Nos dicen que somos libres y nos venden que somos libres, y mientras menos creyentes y menos Dios pongamos, más libres. Pero no nos damos cuenta de que no somos libres: nos han propuesto otros dioses para adorar, otros dioses para poner en los altares del mundo. Pero libertad, ninguna. No somos libres ni a la hora de opinar, pues repetimos como papagayos las opiniones de aquellos que salen en televisión, que más que formar nuestras conciencias, lo que hacen es adormecerlas, para que todos igualados, pensemos y digamos lo mismo. Y aquel que se sale de eso es señalado con la letra escarlata de que es como si fuera un extraterrestre.
¿Somos más libres, en definitiva, por no adorar al Dios de Jesucristo, y somos más libres por adorar a dioses que el mundo y que la gente, que no cree, nos propone? Pues rotundamente, en esta noche y siempre, los que somos creyentes debemos decir que no, que no somos más libres por quitar a Dios de nuestras vidas, que no somos más libres por no arrodillarnos ante el único ante el cual deberíamos entregar nuestro corazón, que es aquel que nos ha creado.
No somos más libres, aun diciendo que somos cristianos, por vivir, decir y hacer como si no lo fuéramos. Todo lo contrario, somos más esclavos, tenemos menos libertad. Sobre todo, hermanos, menos libertad en el espíritu y la conciencia. Quizás podamos ir hasta la esquina, pero nuestro corazón puede andar bien poco.
Nosotros, en esta noche, le deberíamos pedir al Señor sentirnos verdaderamente libres. Y no hay mayor libertad para nosotros, que adorar al único Dios y al único Señor, que es Jesucristo. Porque adorar a Jesucristo es poner en medio de todo, el bien del hombre. Adorar a Jesucristo es adorar al que es Amor de los amores. Adorar a Jesucristo es adorar la generosidad, el respeto, el perdón. Adorar a Jesucristo no es simplemente un acto piadoso, sino tener el corazón lleno de esos sentimientos de Cristo, que él nos enseña, para que le imitemos. Decir “amé a Cristo” no es supeditarse a un ser que te hunde, que te hace inferior, sino todo lo contrario: adorar al Señor, adorar a Jesús, es adorar a un ser que nos hace tener más dignidad, más libertad y más felicidad que nada en el mundo puede ofrecer.
Por eso vamos a pedir en esta noche, en esta Eucaristía, pues que de verdad acudamos a Cristo para sentirnos libres, que adoremos a Cristo para sentirnos libres, y que pongamos su palabra en medio de nosotros para sentirnos libres. Que así sea.
Tras la Comunión, D. Juan Jorge García García, Presidente de la Sección adoradora, dedicó unas breves palabras a los Reyes Magos y Estrella, indicando el sentido de la ceremonia, e invitándolos a que, al igual que el día 5 de enero adoraron la Imagen del Niño Jesús, ahora lo hagan ante la Real y Verdadera presencia de Jesucristo en las Sagradas Especies del Pan y del Vino. Finalizó encomendándolos a ellos y a sus familiares a la protección de la Madre de Jesús: la Santísima Virgen María, Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, cotitular de la Antigua y Franciscana Sección alcalareña.
Tras la Bendición del Sacerdote, se rezó una oración a la Santísima Virgen, cuya Imagen había presidido el acto desde su altar en el lado del Evangelio.
No faltó la tradicional foto de los nuevos adoradores honoríficos con el arcipreste de la ciudad, tras la cual pasaron a firmar en el Libro de Honor de la Archicofradía Sacramental, dejando unas bellas y sentidas palabras que leyeron en presencia de miembros del Consejo Directivo de la Sección Adoradora y las Hermanas Clarisas, que son también adoradoras de dicha Sección, de la que es presidente honorario el Emmo. y Rvdmo. Sr. Fray Carlos Amigo Vallejo, Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla.