Larga e histórica estación de penitencia: crónica del Soberano Poder
Miércoles 27 de marzo. 9:00 horas, ahí, al levantarme, ponerme mi traje de chaqueta y mirar al cielo de Alcalá, empezó mi estación de penitencia. Nubes y más nubes, blancas, negras y chaparrones, la hora se acercaba, la iglesia abarrotada de fieles ofreciéndole sendas ofrendas florales al Señor de Pablo VI, gente emocionada dentro del templo, malas predicciones, caras de preocupación, un año esperando este día.
Son las 14:00, hora de irse de la iglesia, de comer y prepararse, de ver el telediario. Preocupación de nuevo, la Sed no sale, San Bernardo no pone su cruz de guía en la calle, Sevilla llora. Me pongo mi túnica, me coloco mi pesada capa y mi incómodo capirote, salgo a la calle y me dispongo, ya en silencio y con cara tapada a ir de nuevo a mi templo, a San Mateo.
Al llegar la iglesia casi vacía. Van pasando los minutos, llegan los encuentros con amigos, los abrazos, las primeras emociones, mensajes de texto de amigos que te intentan infundir un poco de ánimo y de cariño, miras alrededor y la iglesia ya llena, nervios, muchos nervios. Llegó la hora. Jesús Torres, hermano mayor en su último año de mandato emocionado. ‘Risu’, diputado mayor del gobierno llama a los miembros de junta a cabildo extraordinario. Al salir su decisión era inédita para nuestra hermandad. El Carmen Doloroso de Sevilla salía, las predicciones mejoraban y decidimos pedir una hora. La iglesia echa a llorar, desmayos, preocupación y nervios de nuevo. Por fin, llegó la hora.
Segundo cabildo extraordinario de la tarde y a la calle, el hermano mayor nos confirma la noticia, el Soberano sale a la calle, a reventar Alcalá de nuevo con su arte, nazarenos y nazarenos llorando, la iglesia se inunda de lágrimas de nervios y alegría, de abrazo entre hermanos, la cruz de guía en la calle y suena sentimiento soberano en Pablo VI, el barrio se cae de la emoción.
Muy a nuestro pesar no pasamos por el barrio, nuestra seña de identidad, pero íbamos a paso muy ligero hacia el centro, lugar donde nos esperaban de nuevo, una vez más, con los brazos abiertos. Empieza a llover, estamos en la casa de la cultura, el Señor sigue caminando con paso firme hacia el barrero. La tormenta aprieta, nazarenos a los Salesianos, paso de Cristo a la casa hermandad de la Amargura, cofradía intacta, sin deformarse en ningún momento y más lágrimas de tristeza e impotencia. Alcalá entera se creía que habíamos terminado nuestra estación de penitencia, pero no era así. Tocaba reponerse, apoyar con abrazos a los nazarenos más débiles, apoyar con un inmenso aplauso a nuestra junta de gobierno por su valiente decisión, marcharse a Pablo VI con la cabeza bien alta, capirote, túnica y capa puestos.
Al entrar en la casa hermandad de la Amargura, ya en traje de chaqueta de nuevo, tras ver el Cautivo recogerse por desgracia y ya de noche, me doy cuenta del significado de una hermandad. El Soberano no está en su casa, pero lo reciben mejor que si estuviera en ella, está precioso tras ese arco y esa reja que impedía que todos entraran a verlo. Ambas hermandades demuestran el significado de la Semana Santa.
Al pasar la semana grande para nuestro pueblo, después de vivir momentos históricos, imágenes junto al cristo del Amor, junto a la virgen de la Amargura e incluso después de ver a los judíos revolear la bandera, el martes 2 de Abril, tras seis días sin tenerlo allí, el Soberano vuelve a su iglesia, a Pablo VI, al sitio donde lo ayudaron y lo vieron crecer y lo hace con una marea de gente que lo lleva en volandas por todas las calles de su corto itinerario, a paso ligero, andando como solo lo sabe hacer él. Reacción inesperada de Alcalá, el centro lo despedía tal y como todos los años lo recibe, con los brazos abiertos y Pablo VI lo recibe no se sabe cómo, si con los brazos abiertos por volver a tenerlo allí, con su gente de siempre, o con los brazos medio cerrados para que no se les vuelva a escapar nunca más. Ese día, con lágrimas de nuevo de los hermanos, de traje de chaqueta de nuevo y con la misma emoción que el miércoles, Jaime Otero Gutiérrez, ilustre capataz de la hermandad, dice: “Hasta el año que viene si Dios quiere”.
Esta es una crónica más de tantas, de un chaval de 16 años que quiere que toda Alcalá sepa que no hay nada más grande que pertenecer a una hermandad, a cualquiera, mientras tenga ese significado, el de Hermandad.