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Gozo y Paz ante el Santísimo: La solidaridad de la Sección Adoradora Alcalareña llega hasta Colombia

El sábado día 21 de febrero, la Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de la Venerable Archicofradía de Adoración Nocturna Española al Santísimo Sacramento, celebró en el Monasterio de Santa Clara la vigilia mensual, que trajo agradables sorpresas a los adoradores: 1) La visita del Rvdo. Padre Ángel Alfaro de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, en la víspera de la festividad católica de la Cátedra de San Pedro, lo que permitió gozar de la bendición con el Santísimo al término de la Vigilia; 2) La Sección supo que la colaboración con el Colegio Campestre Santo Domingo Savio de Anolaima en Colombia, del que el Padre Ángel es el “alma mater”, gracias al trabajo de asesoramiento realizado por los adoradores Juan Jorge García y Francisco Burgos (profesores de diferentes niveles educativos), ha dado sus frutos y el Colegio recibió la autorización de las autoridades educativas colombianas para la implantación de la Educación Secundaria: básica secundaria según la terminología del lugar.

Esta es la primera vigilia que celebra la Sección alcalareña tras recibir recientemente la visita de su Presidente Honorario, Su Eminencia Reverendísima Fray Carlos Amigo Vallejo (Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla) y recibir el encargo y ánimos para seguir promoviendo la Adoración al Santísimo.

Para entender el significado de la Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento y el gozo espiritual que reciben los adoradores de Cristo Eucaristía, basta recordar el mensaje de San Juan Pablo II a Monseñor Albert Houssiau, obispo de Lieja, en el 750 aniversario de la fiesta del Corpus Christi.

“En la última Cena, después de haber celebrado la Pascua con sus discípulos, cuando iba a pasar de este mundo a su Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perpetuo de su pasión (…), el más grande de todos los milagros; y a quienes su ausencia llenaría de tristeza, les dejó este sacramento como consuelo incomparable” (S. Tomás de Aquino, Oficio del Corpus  Domini, 57 ,4). Cada vez que en la Iglesia celebramos la Eucaristía, recordamos la muerte del Salvador y anunciamos su resurrección en espera de su venida. Por tanto, ningún sacramento es más precioso y más grande que el de la Eucaristía; y, cuando comulgamos, somos incorporados a Cristo. El Señor transforma y asume nuestra vida.

Fuera de la celebración eucarística, la Iglesia se preocupa por venerar la santa reserva, que ha de ser “conservada (…) como centro espiritual de la comunidad religiosa y de la parroquial” (Pablo VI. Mysterium fidei, 38). La contemplación prolonga la comunión y permite encontrarse constantemente con Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, dejarse observar por él y experimentar su presencia. Cuando lo contemplamos presente en el Santísimo Sacramento del altar, Cristo se acerca a nosotros con más intimidad que la que podemos tener nosotros mismos; nos hace partícipes de su vida divina en una unión transformadora y, por el Espíritu nos abre el acceso al Padre, como dijo a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9). La contemplación, que es también comunión de deseo, nos une íntimamente a Cristo, y de manera muy especial une a quienes no pueden recibirlo.

Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento, es a Cristo, total y realmente presente, a quien descubrimos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocer, bajo las especies del pan y del vino, al Señor, a aquel que nos comunica plenamente “los beneficios de esta redención que ha realizado él, el Maestro, el buen Pastor, el mediador más grato al Padre” (León XIII, Mirae caritatis). Como recuerda el Libro de la fe de los obispos de Bélgica, la oración de adoración en presencia del Santísimo Sacramento une a los fieles “en el misterio pascual, los hace partícipes del sacrificio de Cristo, cuya Eucaristía es el sacramento permanente”.

Al venerar el Santísimo Sacramento, realizamos también una profunda acción de gracias al Padre, pues por su Hijo ha visitado y redimido a su pueblo. Por el sacrificio de la cruz, Jesús dio la vida al mundo y nos convirtió en hijos adoptivos, a su imagen, estableciendo relaciones particularmente íntimas, que nos permiten llamar a Dios con el hermoso nombre de Padre. Como nos recuerda la Escritura, Jesús pasaba noches enteras orando, especialmente en los momentos en que debía hacer opciones importantes. En la oración, con un gesto de confianza filial, imitando a su Maestro y Señor, el cristiano abre su corazón y sus manos para recibir el don de Dios y darle gracias por sus favores, concedidos gratuitamente. Estamos llamados a imitar su ejemplo para configurarnos poco a poco con él, permitir que el Espíritu actúe en nosotros y realizar la misión que se nos ha confiado. En particular, el amor de Cristo nos impulsa a trabajar incesantemente por la unidad de su Iglesia, por el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra y por el servicio a los hombres; “un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan”: esta es la buena nueva que alegra el corazón del hombre y le hace ver que está llamado a tomar parte en la vida bienaventurada con Dios. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual y caritativa de la Iglesia (cf. Presbyterorum ordinis, 6)

La intimidad con Cristo, en el silencio de la contemplación, no nos aleja de nuestros contemporáneos sino que por el contrario nos hace estar más atentos y abiertos a las alegrías y tristezas de los hombres y ensancha el corazón conforme a las dimensiones del mundo. Nos hace solidarios con nuestros hermanos en la Humanidad, particularmente con los más pequeños, que son los predilectos del Señor. Mediante la adoración el cristiano contribuye misteriosamente a la transformación radical del mundo y a la difusión del Evangelio. Toda persona que ora al Salvador arrastra consigo al mundo entero y lo eleva a Dios. Por eso, quienes están ante el Señor prestan un servicio eminente, presentan a Cristo a todos aquellos que no lo conocen o que están lejos de él, velan ante él, en su nombre.

“Los fieles, cuando adoran a Cristo, presente en el Santísimo Sacramento, deben recordar que esta presencia brota del sacrificio y tiende a la comunión tanto sacramental como espiritual” (Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. Instrucción sobre el culto a la Eucaristía, 50). Por tanto, exhorto a los cristianos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar, pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en presencia de Dios, gracias a Aquel que permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos. A través de la contemplación, los cristianos percibirán con mayor profundidad que el misterio pascual está en el centro de toda la vida cristiana. Este hecho los lleva a unirse más intensamente en el misterio pascual y a hacer del sacrificio eucarístico, don perfecto, el centro de su vida, según su vocación específica, porque “confiere al pueblo cristiano una dignidad incomparable” (Pablo VI. Myisterium fidei, 37). En efecto en la Eucaristía Cristo nos acoge, nos perdona, nos alimenta con su palabra y su pan y nos envía en misión al mundo; así, cada uno está llamado a testimoniar lo que ha recibido y a hacer lo mismo con sus hermanos. Los fieles robustecen su esperanza, descubriendo que, con Cristo, el sufrimiento y la tristeza pueden transfigurarse, puesto que con él ya hemos pasado de la muerte a la vida. Por eso, cuando ofrecen al Señor de la historia su propia vida, su trabajo y toda la creación, él ilumina sus jornadas.

Como en cada vigilia, los adoradores se unieron a la Santa Misa de la Comunidad, que oficiaría el Rvdo. Padre Salesiano D. Valentín Fuentes Calvo, en la que recibieron el sacramento de la Comunión. Al finalizar la Misa, el Sacerdote realizó la Exposición del Santísimo, mientras la Comunidad de Hermanas Clarisas y los adoradores cantaban Pange Lingua, realizaron la Estación Mayor a Jesús Sacramentado, que finalizó con el conocido himno eucarístico “Cantemos al Amor de los Amores”, y continuaron con la vigilia, para la cual se siguió el esquema correspondiente al Tiempo de Cuaresma.

A las preces propias del Manual, el Lector añadió una específica para los enfermos: Señor, que tu bendita Madre, Virgen María, que los adoradores alcalareños veneremos en la dulce Advocación de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, desde su corazón protector de Madre de Dios y de toda la Humanidad, inunde de Amor y Esperanza los corazones de quienes más lo necesitan, especialmente los enfermos. Bendice, Señor, a tu pueblo.

Tras el Turno de Vela, el Oficio de Lectura, tiempo de silencio para la oración personal y el rezo del Santo Rosario, se pidió por las intenciones de S.S. el papa para el mes de febrero, que son: Universal: Encarcelados. Para que los encarcelados, en especial los jóvenes, tengan la posibilidad de reconstruir una vida digna. Por la Evangelización: Cónyuges separados. Para que los cónyuges que se han separado encuentren acogida y apoyo en la comunidad cristiana.

Se rezaron las Preces Expiatorias y el Rezo de Completas, finalizando con la Salve, como Antífona final a la Santísima Virgen María.

Los adoradores recibieron el regalo de finalizar la Vigilia con la Bendición con el Santísimo, impartida por el Rvdo. Padre Ángel Alfaro y tras el canto del Tantum Ergo, de rodillas, y las tradicionales alabanzas, el Reverendo procedía a la Reserva de Su Divina Majestad, retirándose los adoradores llenos de gozo y paz.

Tras la Vigilia pudieron departir con el Padre Ángel quien agradeció a la Sección Adoradora su aportación, en forma de asesoramiento en materia educativa, que ha dado sus frutos, y tras recibir la correspondiente autorización gubernativa, el Colegio Campestre Santo Domingo Savio, fundado por la Orden Sacerdotal San Pedro, ha iniciado el curso con un grupo de Educación Básica Secundaria.

El centro educativo, que viene a paliar las graves deficiencias que en esta materia sufren los hijos de los campesinos, cuenta ya con 156 alumnos y alumnas a los que se les proporciona una educación de calidad, que les permite albergar esperanzas de un futuro mejor, toda vez que su misión es: “Con alto nivel de exigencia, “formar buenos cristianos y honrados ciudadanos” (San Juan Bosco) construyendo personas de esperanza, integrales, verdaderamente libres, responsables, autónomas, competentes, capaces de transformar la sociedad desde la conciencia de la dignidad humana, la cultura campesina colombiana, los idiomas, las artes, lo laboral y el sostenimiento de la granja como espacio para proyectos innovadores promoviendo el bien común.

La Sección adoradora alcalareña se comprometió a ayudarles, en su momento, con el marco conceptual, estructura curricular y materiales curriculares, a fin de conseguir la autorización para la impartición del nivel correspondiente a Bachillerato: Secundaria Media en la terminología colombiana.

Así pues, la Sección adoradora alcalareña, además de rogar a Dios por vivos y difuntos, contribuye a través del Consejo Diocesano con aportaciones para el funcionamiento de Comedores Sociales y el Seminario Metropolitano. Asimismo, realiza trabajos de solidaridad y obras de misericordia como “Enseñar al que no sabe”; “Dar buen consejo al que lo necesita y corregir al que yerra”.

Precisamente, hasta que el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna Española remita  a las Secciones el Boletín correspondiente a la Vigilia de marzo, los adoradores seguirán reflexionando sobre el Tema propuesto para febrero: “Las obras de misericordia espirituales y corporales”. Se trata de obras que podemos y debemos realizar y que manifiestan la Fe y la Caridad del cristiano.

Las obras de misericordia espirituales, que cubren las necesidades del espíritu son: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por vivos y difuntos.

Las obras de misericordia corporales, que cubren las necesidades del cuerpo son: visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.

Se trata de la respuesta de los cristianos al Mandamiento que nos dio el Señor: “Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la Ley de Cristo” (Gal 6, 2). “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como Yo os he amado, así también os améis los unos a los otros” (Jn 13, 34).

Los adoradores de Jesús Sacramentado son y deben ser conscientes de que el Señor nos ha dado a todos el Mandamiento nuevo. Cuando realizamos una obra de misericordia con cualquiera de nuestros hermanos, lo estamos haciendo con el Señor, como así lo explica claramente el Señor en el Evangelio.

Los adoradores no pueden guardar en su corazón rencor alguno contra alguien, que les impida hacerle el bien. Asimismo, no pueden tener reparos en manifestar su Fe con obras de caridad en servicio de todos.