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Bernardo Hermosín se desprendió de su juventud para realizar un pregón canónico

Nadie diría que el pregón que Bernardo Hermosín ofrecía en la noche de ayer en la Parroquia de la Inmaculada podía estar escrito por un chaval que apenas supera la veintena de años, ya que consiguió atraer al público con un texto como mandan los cánones, según las formas más clásicas, mezclando una prosa de gran factura y versos de pellizco.

Rodeado de una enorme cantidad de amigos -uno de ellos, Enrique Gutiérrez, fue el encargado de presentarlo-, y con una repleta Parroquia de la Inmaculada, el pregonero comenzó rompiendo el orden típico de los pregones alcalareños, esto significa no ir de la Borriquita a la Divina Misericordia (en otrora el Santo Entierro), ni tampoco el orden cronológico de la Pasión, Bernardo fue repasando una a una todas las vivencias en torno a cada una de ellas y relatando cómo vive cada barrio, cada parroquia y cada corporación el amor a sus titulares.

Pero entre tanto, especialmente intenso fueron los versos en los que el pregonero se acordó de su abuelo, de quien él confesó haber aprendido todo acerca de su Hermandad de la Amargura, y de quien le llegó ese amor infinito por el Santísimo Cristo del Amor. En este momento, Bernardo, por ello, leyó unos versos que le recordaban directamente a este maestro suyo:

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Y si bueno fue todo el pregón, mejor aun fue su final. Ejemplo claro de las dotes de escritura de este joven cofrade. Para rematar la faena, Bernardo fue rezando el Salve Madre entremezclado con versos repletos de piropos y bellísimas palabras dedicadas a todas las Vírgenes de nuestra ciudad. De la Patrona, la Virgen del Águila, a Caridad; de Rosario de Santiago a Rocío, o María Auxiliadora a Amargura, con quien concluyó.

A buen seguro, de estos pregones juveniles -a los que se le podría augurar un buen futuro viendo la más que exitosa respuesta en su primera edición- saldrá más de un pregonero de nuestra Semana Santa.