Crónicas 2012

Por ti, por tu Amor a Dios (Crónicas 2012)

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Viernes de Dolores, así con esta sencilla oración, comenzaba siempre mi semana mayor. Te escuchaba rezarla cuando sujeto por cuerdas y empujado por manos en busca del perdón, el Santísimo Cristo del Amor quedaba en el aire preso para quedar resguardado en su altar procesional de caoba. Pero ya hace tiempo que tu voz quedó muda.

Quedó muda para siempre y tu presencia se hizo inmaterial. Soñaba con volver a verte paseando por la que fue casi siempre tu casa. Esa casa que tú levantaste con tanto esfuerzo con la ayuda de unos pocos, y todo por ellos, por su bendita Madre que con Amargura ve a su hijo morir por Amor. Todavía sigo escuchando la frase que dijiste a una persona muy querida para ti y que deberían saberlo todo los hermanos: “La Hermandad es huérfana de padre y madre, si no la cuidamos nosotros nadie la va a cuidar”.

Y cuánta razón llevabas, la cuidabas como la que más. Siempre sumando y nunca restando. Con muchísimo esfuerzo has conseguido grandes cosas por ella, por nuestra Hermandad. Conseguiste el carácter que hoy tenemos y que llevamos por bandera en las calles de Alcalá, elegancia y seriedad. Luchaste por ello y hoy se seguirá luchando para que nunca se pierda.

Por eso, cada Jueves Santo recuerdo lo orgulloso que estabas por lo que ha llegado a ser la Hermandad de la Amargura, nuestra Hermandad, en el pueblo de Alcalá. Recuerdos que vienen y van cada día del año, pero que en Jueves Santo se intensifican tanto que siento que aun estas aquí.
No hay día que vaya a la Hermandad que no me recuerde a ti, cada día de quinario, cada función y cada vez que miro a la Madre y Señora de la Amargura junto a su hijo muerto por Amor.

Y este año, nuestra Hermandad ha vivido por desgracia por primera vez en su historia el quedarse dos años seguidos en casa. Pensaba que dos años son muchos y que no iba a poder recordarte tan vivamente. Pero me equivoqué, este año más que nunca te sentí más cerca que nunca. En cada túnica de blanco inmaculado, en cada insignia, en cada monaguillo ilusionado o en los diferentes costales que trabajan bajo el dulce peso de nuestra sentida madera. Te veía y te sentía por todos lados, pero sentía que todavía algo de ti me faltaba.

Y note que casi podía hablar contigo ante el Monumento. Allí, resguardado, en la capilla Sacramental te sentía, te escuchaba contarme historias viejas de la Semana Santa sevillana y me imaginaba todavía que me llevabas como cuando era chico a la Hermandad cogido de tu arrugada mano. No pude evitar emocionarme, no sé si fue el no realizar la estación de penitencia o el echarte de menos.

Solo sé que doy gracias a Dios por haber tenido como un ejemplo a seguir para mí una persona que se entrego a sus hermanos por Amor a Dios para intentar consolarle las lagrimas de Amargura a su Madre. Esa misma persona con la que su rezo con voz rota ante el Santísimo Cristo del Amor cada Viernes de Dolores significaba el inicio para mí de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Esa misma persona que nunca falto un Jueves Santo junto a su bendita Madre de la Amargura. Esa misma persona a la que quise tanto, tuve como ejemplo y espero no defraudarle nunca. Esa misma persona a la que va dedicado todo esto, porque él fue para mí mi primer nazareno, mi primer maestro y al que todavía le tengo pendiente una levantá el Jueves Santo en la puerta de su casa. Esa misma persona de la que herede su nombre y su apellido. Esto es mi pequeño agradecimiento por todo lo que me has enseñado y por todo lo que hiciste por tu hermandad, esto va por ti abuelo.

Bernardo Hermosín Calderón
Costalero del Santísimo Cristo del Amor