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Un pregón milimetrado, canónico y ajustado al estilo alcalareño


Ya lo anunciaba Enrique Ortiz en su entrevista para la revista cofrade que Alcalá Comunicación ha editado para Semana Santa: “No tengo ninguna sorpresa; el pregón de Alcalá está muy bien definido y no debemos salirnos de sus cánones”, y así fue. Enrique ofreció a todos los alcalareños un pregón en el que supo mezclar magistralmente la devoción sincera de un cofrade alcalareño a los titulares de las hermandades de la ciudad, con los momentos más personales en el mundo cofrade.

 

El pregón comenzaba con uno de esos errores que pasarán a la historia del anecdotario cofrade, la Asociación Musical Nuestra Señora del Águila interpretó la marcha ‘Virgen del Socorro’, y no ‘Virgen del Rosario’, que era la pieza que debía interpretar debido a ese orden rotatorio que provoca que cada año se toque una pieza dedicada a una imagen distinta de la ciudad.

Una vez presentado el pregonero, Antonio Rivas -secretario del Consejo- fue el encargado de hacerlo, y tras la interpretación de la marcha ‘Amarguras’, la pedida por el pregonero, Enrique tomó la palabra y con unos primeros versos avisaba a la ciudad que “ya estaba preparado para ser su pregonero”. Y de esta forma arrancaba los aplausos de un Teatro Auditorio Riberas del Guadaíra totalmente abarrotado, al menos en el patio de butacas.

Podría decirse que el pregón tuvo la medida perfecta, sin más dilación que la necesaria para recorrer uno a uno todos los días de la Semana Santa. Si bien, la parte final dedicada a las hermandades de gloria, que en Alcalá también se recuerdan en el pregón de la Semana Santa, fue más breves que en otras ediciones. Enrique siguió las pautas típicas del pregón alcalareño, repaso a todas las hermandades de la ciudad siguiendo el orden en el que hacen la estación de penitencia, excepto en el caso de la Hermandad del Soberano, a la que le dedicó unas de las más hermosas palabras de toda la mañana y de la que habló justo después de mencionar a las Hermandades de la Borriquita y el Rosario.

Precisamente, en relación a la Hermandad de Pablo VI, dedicó palabras a la Virgen de la Caridad, que pese a no existir aún como talla, si vislumbró un futuro en el que la Virgen sería el centro devocional de todo su barrio, y a la que ya imaginaba mientras de fondo acompaña la marcha ‘Pasan los campanilleros’.

Y otro de los momentos destacables estuvo en las palabras dedicadas a la Hermandad del Cautivo, en concreto a la Virgen de la Esperanza, palabras que gustaron mucho al concejal de Fiestas Mayores, capataz de la Virgen de la Esperanza, y al que se le pudo ver especialmente emocionado con unas palabras con ciertos toques flamencos: «La primera por bulerías, la segunda por soleá, entre medio dos fandangos para el milagro de los cielos que entre nosotros está» 

Decíamos que los momentos personales también destacaron en el texto de Enrique. Tras dedicarle unos bellísimos versos a su Hermandad de la Amargura, de la que aseguró haberse enamorado en la adolescencia, pasó a relatar un emocionante pasaje en el que el pregonero deseaba ser amortajado con la túnica de nazareno, más compañía no le haría falta. Pero querría ir hacia el mismísimo Señor sin antifaz, con la cara descubierta, sería así cómo le gustaría hacer la última y verdadera estación de penitencia. Palabras que dejaron, casi como no lo había hecho antes, boquiabiertos a todos los asistentes en el teatro, y que arrancaron una sonora ovación.

Tras hablar de todas las hermandades de penitencia, hizo un breve repaso a las hermandades de gloria, a las que mencionó por encima, y recordó también a las nuevas asociaciones y agrupaciones parroquiales de Alcalá.

Finalmente, pasadas las dos y cuarto de la tarde, el pregón llegaría a su fin. La Asociación Musical interpretaría los Himnos de Andalucía y Nacional y Alcalá, como diría el poeta, estalló en vísperas.

La nota negativa estuvo en la escasa calidad sonora del Teatro, si bien la presentación del pregonero contó con un buen volumen, el bajo tono en el que el pregonero hablaba no fue subsanado por la organización, y en algunos momentos concretos ciertas partes del teatro no pudieron escuchar con total perfección lo que Enrique pregonaba.

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