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Sobriedad por la Coracha en la procesión de la Virgen del Rosario

Quizás sea la última en la que por octubre se tenga que decir eso de “Agrupación Parroquial de…” -y que cada cual añada Rosario de Santiago o Divina Misericordia-, aunque a ellos eso no les importe, porque siguen trabajando como el primer día, que los formalismos ya llegarán.

Estos chavales de Santiago, que siguen siendo menores de edad respecto al resto de cofradías que les rodean, saben cómo hacer las cosas, ni bien, ni mal, ni regular; simplemente a su manera. Una manera que es capaz de mezclar lo fúnebre de ‘Dolor y Soledad’ –revirá para enmarcar en Isidoro Díaz- y la alegría de una petalá a los sones de ‘Rocío’. Magnífica dualidad que ya no extraña a nadie.

Quizás la revirá de la calle Pescadería con Alcalá y Orti ya sea una tradición, o la bajada por la estrechez de Santa Clara. Quizás el cariño con el que le tratan las demás cofradías, y por ende los cofrades, no es en vano, y tiene mucho de sincero. Porque allí las cosas se hicieron, se hacen y se harán con un mimo y cuidado excelso.

Probablemente que los vecinos se entusiasmen ante la procesión de la Virgen, o que un enfermo la espere a duras penas en el zaguan de su casa -bendita fuente de Salud- tampoco sea fruto del azar, sino del cariño diario de aquéllos que crecieron jugando por esas callejuelas.

Tampoco es cosa de la magia que la cuadrilla esté consolidada, y que la juventud y la veteranía se entremezclen de una manera cuasi única. A esos espartanos es difícil ganarles una afrenta.

Y la procesión pasó, como pasan las cosas que deben de pasar. Sin grandes cambios, manteniendo la línea marcada y que ha llevado, o llevará, a la del Rosario de Santiago a ser una hermandad, con todas sus letras. Pero mientras, ellos siguen a lo suyo, esperando meros aprobaciones que no les quitan el sueño, esperando formalismos que ya llegarán.

>Ver galería fotográfica, por Javier Baños