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Los oratorios y las futuras hermandades

En los últimos años estamos asistiendo a la incipiente creación de nuevas hermandades en nuestra ciudad. En algunos casos nacidas en barrios y parroquias huérfanas de cofradías, y en otros, nacidas bajo el aliento de cofrades con inquietudes y necesidades devocionales distintos a los ya existentes. Pero no es un análisis de estas nuevas corporaciones lo que vamos a hacer, sino a señalar la curiosidad de cómo y dónde se desarrollarán en el futuro dos de ellas: la del Cristo de la Paz, del barrio del Instituto; y la de la Divina Pastora, del barrio de San Agustín.

Con más o menos aciertos a ojos de la Iglesia, estas dos futuras cofradías nacen hace años con una misma intención: salir en procesión con una imagen a la que un grupo de personas le profesa cierta devoción. Años después, y tras abortar sus ideas por las autoridades eclesiásticas en un primer momento, y para ser llevados a buen rumbo, sendos grupos son encauzados y unen sus lazos de una manera muy estrecha con sus parroquias, la de la Inmaculada y San Agustín.

Ahora, cuando esos primeros pasos de la mano de la Iglesia ya están dados, a ambas asociaciones parroquiales les ha sido encomendado un objetivo común: evangelizar las zonas de la feligresía donde la parroquia no llega. Es por ello que sendos grupos darán culto a sus futuras imágenes en oratorios lejanos del templo principal de la feligresía, convirtiéndose en un punto de oración, valga la redundancia, y cercanía con Dios en puntos más o menos necesarios.

Da la casualidad de que en ambas feligresía hay gran presencia de otras religiones, especialmente en la de San Agustín, hecho por el cual se hace más importante esta labor evangelizadora más allá del propio templo parroquial.

En el caso de los cofrades del Cristo de la Paz el oratorio se ha creado en la calle Maíz, en el barrio de Silos, mientras que los de la Divina Pastora tendrán el suyo –cuyas intención es de abrirlo en septiembre- en la zona de Santa Lucía.

Por tanto, estamos ante dos futuras hermandades cuya vida y culto diario se desarrollará en sus respectivos oratorios, pero que volverán a sus parroquias para otros cultos de mayor envergadura, tales como las salidas procesionales.