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Hoy he vuelto, Madre, a recordar | Por Enrique Ruiz Portillo

Por Enrique Ruiz Portillo

A todos los que sienten a María como Auxiliadora

A estas alturas el calor ya habría sacado la Novena al patio porque la Capilla se habría quedado pequeña, y ventiladores y abanicos no mitigarían la primera subida del termómetro. Los atardeceres se teñirían del color de su medalla, celeste y rosa, y la Virgen luciría en lo más alto de su paso, brillando en la penumbra de la capilla sobre el blanco de los claveles y el oro de las exactas volutas de la talla. Don Bosco y el pequeño Domingo Savio nos recibirían a las puertas para llevarnos a Ella y a su Divino Hijo. Los pórticos, las clases se habrían llenado de dibujos, de murales, de poesías, de cantos, de juegos, carreras y deportes… de la alegría salesiana de la fiesta. Ella lo ha hecho todo. Y así un año y otro, y otro… desde pequeño, como aprendimos de nuestras abuelas y nuestras madres, como enseñaron los antiguos alumnos con su testimonio sincero, como ha sido siempre desde el mismo momento en el que los ojos sorprendidos de un niño pequeño llegan por vez primera a la que siempre será su casa, su Casa Salesiana.

De niños, cantábamos mis compañeros y yo, con la enseñanza de grandes salesianos, maestros y profesores que… “Hoy he vuelto, Madre, a recordar cuántas cosas dije ante tu altar…” Nos desgañitábamos cantando una canción que entonces no entendíamos, pero que ahora, en la distancia y en el recuerdo, comprendemos perfectamente en su exacto sentido.

Hoy, realmente, he vuelto a recordar las cosas que dijimos en tu altar, en la Novena, en tu patio, ante tu paso, en la bendición en La Plazuela… porque este año sólo nos queda eso. El recuerdo. O al menos eso pensábamos.

Una pandemia a nivel internacional nos encierra… y las hojas del calendario se llevan tanto y tanto por vivir. Detrás de abril, aparece la hoja del mes de la Virgen. Y otra vez la sensación de pérdida y vacío. Este año sería diferente, pero mayo siempre tiene cuatro letras –la primera M, de María-, y sobre aquel papel de números rojos y negros, está siempre la Virgen con su sonrisa, con su paciencia, con su consuelo, con su auxilio… Auxiliadora de los tiempos difíciles, la llamó Don Bosco. Por eso, desde el primer instante en que ese virus dichoso apareció, Ella nos sostuvo, acogió entre sus brazos a quienes padecieron la enfermedad. Ella nos protegió en estos tiempos difíciles.

María ha convertido nuestras casas en Iglesias domésticas, en Casas de Familia Salesiana

Mayo ha sido diferente… ¡y tanto! La Capilla cerrada, sin poder reunirnos a rezar y cantar unidos rendidos a tus plantas, las visitas furtivas y a toda velocidad para evitar contagios, el patio vacío que ha cambiado los juegos y la alegría de los niños por lo silvestre de la hierba… Pero Mayo ha sido diferente porque Ella, la Auxiliadora de los tiempos difíciles, ha devuelto en estos días tantas visitas a su Casa. La Virgen ha venido a vernos. Ha entrado en nuestras casas por las pantallas de móviles, de ordenadores, de televisores… Se ha subido a altares domésticos como antaño, en cada hogar se han adornado sus cuadros y se ha colgado en cientos de balcones de nuestra Alcalá. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? La Novena, en casa. María ha convertido nuestras casas en Iglesias domésticas, en Casas de Familia Salesiana. ¡Cómo nos iba a dejar la Virgen sin Novena!

Y como cantábamos los alumnos de aquel entonces: “Que una Madre no se cansa de esperar…” Por eso, Ella sigue esperando en su camarín… un nuevo mayo. El que se inaugura cada día del año cuando amanece y ponemos nuestras vidas bajo la protección del azul marino de su manto. Pasarán los tiempos difíciles con el auxilio de la Virgen, recordaremos siempre aquel mayo tan peculiar, llegarán de nuevo los primeros calores de una primavera trocada en verano anticipado… y volveremos a rendirnos a sus plantas en su Novena.

Es 24. 24 de mayo. La fecha más roja del calendario. La Virgen no sale. No sale a las calles en su paso. Hoy la Virgen sale en cada uno de nuestros corazones.